Varias iniciativas están circulando tras unificación opositora desde primera vuelta, lo cual no consideramos factible ni conveniente.
No es factible por la auto-sobrestimación de 22 dirigentes y partidos que concurrieron en las pasadas elecciones sin alcanzar el 2% requerido para mantener personalidad jurídica. Diecisiete de ellos no alcanzaron votos equivalentes a los delegados y suplentes que se supone colocaron en las 16,070 mesas establecidas en 2016.
Esta proliferación de partidos perjudica la democracia por carecer de esencias ideológicas sustentadores de mensajes programáticos a la ciudadanía, descansando el proselitismo alrededor de pretensiosos liderazgos, careciendo de capacidades de proponer y debatir planteamientos sobre nuestras urgencias y subsistiendo parasitariamente a expensas de otros. Muchos consiguen votos de protesta, resabiosos o aventureros.
Ignorando esto, sus dirigentes se crecen. Truenan, actúan como si estuvieran respaldados por mayorías, confundiendo o desanimando a los electores que terminan refugiándose en los partidos tradicionales que están colapsando el subsistema de partidos; arrastrando consigo al sistema político y la efectividad y eficacia, social y económica, de nuestra democracia.
El Todos contra todos en primera vuelta obligaría a definir ideas y programas, exponerlos mediante discursos evaluables por electores, diferenciarlos uno de otros, ponderar proselitismos propios para la ciudadanía pondere efectividad organizativa, táctica y estratégica, acreditadores de votos electorales y capacidad para gobernar.
Así como Napoleón Bonaparte ponderaba la fortaleza de sus ejércitos sometidos para saber qué concesiones otorgaba y Stalin condicionaba la tenencia de tanques de guerra para estar presente en la conferencia de Yalta; el Todos contra todos en primera vuelta permitiría saber cuántos indios tiene cada cacique, qué fuerza tiene cada partido para acreditar reclamos, formular posicionamientos políticos y/o demandar derechos de participación en la conducción de la nación.
Esa concurrencia individual en primera vuelta fortalecería la identidad partidaria, depuraría y fortalecería el subsistema de partidos y redundaría en mejorar nuestro sistema político hasta hacer la democracia más eficaz y eficiente social y económicamente.
Como “El Estado debe promover… condiciones…para que la igualdad sea…efectiva” (art. 39.3 Constitución) “a través de…mecanismos… que…vinculan a todos los poderes públicos…”(art. 68) y siendo la JCE el poder que debe “velar…por los procesos electorales” (art. 212. IV); debería ponderar el Todos contra todos en primera vuelta y que las alianzas se concierten en ese play-off que constituye la segunda.