A propósito de la declaración del PRSC el pasado jueves sobre unidad e institucionalización para su fortalecimiento, resulta propicio recordar la sentencia de Balaguer pronunciada en el parque Piedras Vivas de San Cristóbal, al dar apertura de la campaña electoral en 1998: “La democracia dominicana es mejor con un PRSC fuerte”.
Esto es más válido ahora que antes por el deterioro que ha sufrido la nación, para cuya corrección el reformismo dispone de sobrada experiencia y principios doctrinarios.
El FMI ha advertido la vulnerabilidad de nuestra economía por la dependencia al endeudamiento para cubrir déficits fiscales y en balanza de pagos. Prestigiosos organismos internacionales han señalado que los beneficios de este crecimiento no se distribuyen justamente. El desempleo no ha mejorado desde 1996. La riqueza está más concentrada que antes. Servicios de educación y salud están peores. La energía sigue mala y ahora es cara. El desorden impera reflejándose en taponamientos y establecimientos humanos.
La indisciplina prima partiendo de funcionarios públicos que incumplen leyes, irradiándose a la sociedad. Nuestro ambiente se degrada por permitir aserraderos y hornos para carbón. Inseguridad ciudadana y tráfico de ilegalidades campean. La corrupción no se detiene en puertas de despachos sino que sale de ellas. La presión migratoria y dependencia externa aumentan.
El reformismo adoptó previsiones y correctivos sobre estos temas cuando gobernó; acrecentándolas al tomar aires con asimilación socialcristiana en 1983.
Por eso es necesario aquí y ahora fortalecer el reformismo, a lo cual apunta el llamado del PRSC sobre unidad e institucionalización, exigiéndose, dentro de la correlación de fuerzas partidarias vigentes, asumir roles opositores en consonancia con la sanción del repúblico español Manual Azaña: “para que haya buen gobierno tiene que haber buena oposición”.
Una institucionalización que implica sometimiento riguroso a nuestras disposiciones estatutarias. Implica someterse a la disciplina del partido regulada por el Capítulo XI de los estatutos donde se indica el órgano que debe “conocer y juzgar las… faltas” y establecer penas y sanciones; a priorizar en la formación política mandada en el Capítulo IX; a implementar el proceso organizativo ordenado cada cuatro años partiendo del Art. 14 de nuestros estatutos con asambleas por colegios electorales hasta culminar en Asamblea Nacional pasando por circunscripciones y municipios.
Y sobre todo, comprometiéndose a propiciar el cumplimiento de nuestra declaración de principios: “transformar el orden social, económico, político y cultural” de la nación…. mediante “una acción efectiva inspirada en el humanismo cristiano“ y asociada a “un compromiso ético y renovador”.
A esto que debemos aspirar los “reformistas de corazón”, como reza nuestro himno, en lugar de seguir dando codazos en procura del control de la burocracia partidaria.