“Pido a Dios… políticos capaces de… sanar… las raíces profundas y no la apariencia de los males…”.
Francisco
En sintonía con la cita pontifical, lo mejor que podemos desear es que surjan políticos con políticas nuevas, descartando las vigentes caracterizadas por socio-populismos amenazantes de nuestra estabilidad, crecimiento y mejor distribución del sistema económico.
Políticos con sensibilidad y solidaridad ante como viven nuestros sectores más desfavorecidos: preñados de precariedades de servicios y carentes de puestos de trabajos dignos. Inspirados en servir, no en servirse para satisfacer vanidades personales expresadas en glorias y/o acumulación de riquezas. Auténticos, que practiquen con ejemplo y testimonio, lo que predican; abandonando la retórica propia de una sociedad sustentada en espectáculos mediáticos.
Políticos responsables y valientes capaces de adoptar políticas que encaren lo encarable, con prudencia y ecuanimidad, para evitar y/o persuadir aspavientos adversos. Que sepan cómo plasmar en realidades lo que debe hacerse: administrar escrupulosa y eficientemente el siempre limitado patrimonio nacional ante las imperiosas necesidades vigentes; sin despilfarros ni improvisaciones.
Que impongan orden y disciplina social y administrativa para poder seguir permaneciendo dentro de las naciones civilizadas que nos vanagloriamos formar parte; expresándolas en actitudes ordinarias y permanentes de austeridad fiscal y financiera para poder encarar dichas necesidades.
Que esa disciplina en el ejercicio gubernamental traduzca restablecimiento de fiscalidad superavitaria que permita disponer excedentes para levantar infraestructuras social y económica que necesitan nuestros barrios, campos y actividades productivas; con recursos propios para despojarlas de condicionalidades e insensibilidades propias de imposiciones de poderíos internacionales.
Que esos recursos se dirijan a satisfacer progresivamente necesidades fundamentales- alimentación, vestido, vivienda, educación, salud, transporte y sano esparcimiento-de toda la persona y de todas las personas. A que sea la economía, no la burocracia, la generadora de puestos de trabajo, reduciendo la demanda por subsidios inductores de gastos.
Políticos que propicien políticas de subsidios justos y necesarios, que no inhiban la capacidad de emprendimiento de las personas ni sirvan como excusa para enriquecer más a los ya ricos.
Políticos que consideren dentro de los recursos escasos que disponemos: tierra donde debemos producir alimentos, agua para beber, aire para respirar, paisaje para esparcirnos. Y silencio para reflexionar, alcanzar y mantener paz y sosiego.
Políticos que comprendan que Implementar políticas en esta dirección no requiere de nuevas, prolijas y complicadas legislaciones. Disponemos suficiente, quizás demasiadas adoptadas hipócritamente como fachada retórica para no aplicarlas por incumplibles, si es que fueron debidamente internalizadas.
Por eso bastaría disponer políticos que se sometan y sometan la nación al imperio de la ley, en lugar de seguir propiciando disposiciones sofisticadas concebidas para guardar las apariencias anatemizadas por el Papa Francisco.